
17 Nov Gestión del vínculo comunitario: un activo estratégico para las empresas
Para muchas empresas, la relación con las comunidades locales se limita a cumplir normativas y gestionar riesgos. Sin embargo, en un contexto cada vez más interconectado y consciente, esta visión resulta insuficiente. El relacionamiento comunitario debe comprenderse como una función estratégica: no es un gasto operacional, sino una inversión en legitimidad, sostenibilidad y licencia social para operar.
Hablamos de un conjunto articulado de estrategias y procesos continuos cuyo propósito es construir y mantener confianza. Una confianza que no surge de la publicidad, sino de un diálogo genuino y bidireccional, de la colaboración sostenida en el tiempo y del reconocimiento mutuo de capacidades, saberes y límites.
El paradigma ya cambió: la comunidad no es un actor pasivo, sino un socio estratégico. Cuando se le reconoce en ese rol, se habilita la creación de valor compartido, lo que implica codiseñar iniciativas pertinentes al territorio, incorporar sus saberes en la toma de decisiones y desarrollar proyectos más legítimos, sostenibles y con menor resistencia social.
El resultado son compromisos duraderos que benefician a la empresa, a la ciudadanía y a las instituciones locales, promoviendo un ecosistema de desarrollo más justo y resiliente.
Por lo tanto, este enfoque exige acciones concretas que acompañen a las empresas en el diseño e implementación de estrategias de relacionamiento comunitario basadas en la transparencia, la colaboración y la sostenibilidad. Facilitar espacios de diálogo, escucha activa y comprensión mutua permite alinear los proyectos con la realidad y las necesidades de cada comunidad, fortaleciendo su pertinencia.
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